De nuevo encontré el silencio en la paz de unos bancos anticuados,
encorvados de enfrentar un tranquilo soliloquio
con tan bella dignidad.
Bajo las ramas del frágil sonido que concentra la verde soledad,
buscaba en mis pensamientos la sombra de su cobijo,
la luz de la claridad.
Y a dos pasos, cortos plazos de plazuela;
de bulla velando el agua;
de fuente celeste, olor,
de chorro y mujer cascada.
Desgasté sobre el granito las huellas de otras pisadas,
aligerando la espera en compañía de mis palabras,
mis deseos y esperanzas.
Frente a las gotas que saltan ligeras sobre mi cara,
sobre la humedad del suelo que frena el calor del alma,
te acercas hacia la plaza.