1 de Abril. Canto a la amistad.









Ayer y hoy, 1 de Abril,
alojado en los murmullos y en las ausencias,
escucho decir:
Se aleja como la orilla del río que recoge
las piedras redondeadas
por los buenos momentos de contacto
y los días de sufrida batalla.

Ayer y hoy, 1 de Abril,
recluido en la peculiaridad de mi pensamiento,
sólo puedo percibir
que el agua que separe las orillas
no ahogará los sentimientos,
sino que los sujetarán, invisibles,
los brazos de las laderas al encontrarse en el fondo.

Como las dos cumbres distanciadas
por el espacio, que es relleno de susurros,
que es historia de recuerdos más allá de los tiempos,
pero que no puede evitar que se miren frente a frente;
como las dos cascadas que recogieron
de las cumbres las esencias disueltas de la erosión
para ser arrastradas por el agua de la lluvia
y terminar unidas en el remanso que las recoge;
como los brazos del río que nacen del remanso
para circular por dos llanuras de tan distinto paisaje,
pero siempre dibujando con paciencia las nuevas horas
que conducen su caudal hacia el infinito final;
así os veo, ayer y hoy, 1 de Abril.

Y a partir de mañana abrir,
a ratos, entre pensamientos,
las puertas del puente que se sostiene
sobre los pilares de esos sentimientos,
resistentes, sujetos por el abrazo permanente
de las dos orillas bajo el agua,
en el lecho oculto a las miradas de otro abrazo
que si se rompe, es porque no fue.

Así te veo, pasado el mes de Abril,
recordando que ni todo era, ni todo es
espacio verde, aire respirable;
creando nuevos trazos, nuevos lazos;
y sintiendo que en esta orilla
siempre tendrás
el estrecho abrazo desde el fondo.

Gestos articulados

Sensible al murmullo 
y a los recuerdos de mi vida. 
Insensible a las creencias 
y al gesto articulado.
Dispuesto a tolerar una cultura
 que no acaba. 
Indispuesto ante el derroche 
y el indeseable culto. 
Reconfortado
 por el especial calor de la familia
que comparte emociones 
y el reencuentro frente al plato.
Indignado por la hipocresía 
de las almas perdidas 
que me provocan un efecto funesto. 
De pie, en la madrugada,
 sólo encuentro
en el camino de mi mirada
 balcones reconocidos, 
llenos de desconocidos. 
De pie, en la madrugada, 
examino un espacio incompleto
marcado por la arítmica armonía
 de colores y de mantos, 
de música y de llantos, 
de tambores y cantos. 
Algarabía de irrespetuosos deseos 
que van abriendo el cielo al clarear. 
Cielo que despeja mi rostro 
para divisar la senda dibujada
bajo el sudor del sol 
que nos espera. 
Fría claridad de un día mortal, 
pues al nacer, se escribe su final. 
Las horas asoman sus cortas puntas afiladas
y redimen pocos condenados 
de entre los que perpetúan
el culto a la madera. 
Y yo mientras, sensible al murmullo
y a los recuerdos de mi vida. 
Dispuesto a tolerar una cultura 
que no acaba. 
Reconfortado por el calor 
del reencuentro con mi familia. 
Compartiendo un reivindicado descanso.