la hoja amarilla que dibujó mi camino.
La suave mirada escrita en los ojos del destino.
Caricias de pelo desguarnecido que alimentan nuestro espacio,
mientras se llenan los huecos que del ayer me quedaron.
Ella y él son el hilo. Ella, desenfrenado apetito de sentimiento
y pasión.
Él, fino, frágil, mío. Diminuto y siempre al filo; desencajado cobijo
de deseos y razón.
Los tres, la armonía de una línea que se alarga cada amanecer.
Entre tres,
realidades atrapadas de la raíz a los pies.
Y al final
de cada día
mil trazos
de sensaciones,
que bajo la oscuridad,
en el calor de las mantas,
siguen la vía de un cielo
que aún está por conquistar.